“Juventud y disciplina: la receta que dirige APAC”

Ricardo, la prueba viva de que el liderazgo no tiene edad

Hay decisiones que no se toman, se sienten. Hay momentos que no se anuncian, pero lo cambian todo. Ricardo lo vivió así.

Tenía todo en contra: una empresa en crisis, deudas acumuladas, y la ausencia más dura que puede cargar un hijo. Pero también tenía algo que no se aprende en ninguna academia: fe en el legado de su padre, y el coraje de no soltarlo cuando todos le decían que lo dejara ir.

Hoy dirige con la misma firmeza con la que se aferró a ese “te toca a vos”. Y esta es su historia.

“Ricardo no heredó solo una empresa, heredó una promesa… y la cumplió con fuego.”

“Después del fallecimiento de mi papá, la empresa atravesó un momento crítico. Hubo quien me dijo: ‘Ni el mejor financiero va a salvar esto, hay que cerrar’. Pero yo sentí que era mi oportunidad de demostrar de qué estaba hecho. Cuando me ofrecieron asumir la Representación Legal, lo tomé sin pensarlo. Teníamos deudas con proveedores, hipotecas, instituciones… pero el amor que sentía por el legado de mi padre fue más grande que cualquier miedo.”

Y algo cambió en él. No solo asumió un cargo. Se transformó como persona.
Porque tomar las riendas de algo tan grande no solo requiere coraje, también te obliga a crecer a la fuerza.
De repente, ya no era solo el hijo del fundador. Era la voz que tenía que sonar firme incluso cuando temblaba por dentro.

“Aprendí a tomar decisiones que no siempre duelen por ser malas, sino por ser necesarias. Maduré en meses lo que otros maduran en años. Y entendí que dirigir no es mandar, es sostener —cuando todo se tambalea, vos tenés que ser el que no se cae.”

Y como si eso fuera poco, la edad se convirtió en otro obstáculo silencioso.
En una sociedad donde el liderazgo aún se asocia con canas y corbatas, ser joven al mando despertaba sorpresa… y desconfianza.

“Al principio, mucha gente no entendía cómo alguien tan joven podía estar al frente de APAC. Lo sentías en el ambiente. Pero nunca traté de convencer con palabras. Siempre dejé que los resultados hablaran por mí.”

“Cuando el miedo tocó la puerta, él respondió con trabajo. Y cuando dudaron de él, dejó que hablaran los resultados.”

Mientras tanto, la presión real golpeaba cada día: pagar planillas, enfrentar amenazas de embargo, negociar con proveedores, sostener lo que parecía insostenible.

“No te voy a mentir, fue durísimo. Pero fue también uno de los mayores aprendizajes de mi vida. Mi mamá y yo no cobrábamos. Varios colaboradores se bajaron el salario. Mucha gente con años en la empresa decidió quedarse. Mi primo y yo empezamos desde servicio al cliente. Hoy él es el gerente de mercadeo.”

Y en medio de todo eso, hubo una figura que nunca se quebró: su madre.
No era solo apoyo, era columna vertebral.

“Sin ella, no lo hubiese logrado. Me guiaba, me calmaba, me ayudaba a pensar. Incluso sin salario, nunca se rindió. Confiábamos en Dios, sabíamos que no podíamos solos. Pero con fe, lo imposible se vuelve posible.”

“Dirigir no fue una meta, fue una respuesta: al legado, al caos, al llamado.

Desde ese amor y esa lucha, nació una nueva forma de ver la dirección.
Ricardo no solo salvó una empresa: reconstruyó un propósito. Y hoy, su visión va más allá de la administración. Su meta es formar profesionales que transformen la gastronomía desde adentro.

En un mercado lleno de opciones, mantener la relevancia no se trata de ser el más ruidoso, sino el más fiel a lo que se promete.

“En APAC formamos profesionales de verdad. Personas que pueden ejercer donde sea, o emprender su propio camino. Tenemos instructores con trayectoria, alianzas reales, y sobre todo, una historia que nos respalda: más de 20 años en esto. Eso habla por sí solo.”

No siguen moldes. No repiten fórmulas.
Aprenden, se adaptan, observan tendencias, pero siempre desde la esencia APAC: calidad, disciplina y formación con propósito.

“El secreto ha sido mantener la calidad del primer día, pero con la mirada siempre puesta en lo que viene.”

 

 

Y si alguien, allá afuera, está soñando con emprender en gastronomía o educación, pero no sabe por dónde empezar, Ricardo tiene algo claro que decirle:

“Luchá por lo que llevás en el corazón. Nada llega fácil. Vas a tener que trabajar día y noche, vas a tener que renunciar a muchas cosas. Pero si creés en vos, y das el primer paso, las oportunidades empiezan a llegar solas. No esperés a que todo esté perfecto para empezar.”

¿Y por qué APAC?

“Porque aquí no solo vas a aprender a cocinar. Vas a aprender a creer en vos, a emprender, a soñar en serio. Y lo vas a hacer acompañado de gente que ya caminó ese camino.”

Así que si algo en esta historia te movió por dentro, si sentís el fuego pero no sabés cómo encenderlo del todo…
Estudiá en APAC.
Que el primer paso lo das vos.
Y después, caminamos juntos.

Y porque en Cocina para Infieles creemos que las historias que nos mueven también merecen ser contadas con ingredientes, fuego y textura, decidimos rendir homenaje a Ricardo de la mejor manera que sabemos: cocinando su historia.

Un plato que no busca imitarlo, sino interpretarlo.

Una receta que habla de lucha, de reconstrucción, de identidad joven con dirección firme.
Un tartar de salmón —fresco, intenso, decidido—
acompañado de un falso caviar de mango, que recuerda que en medio de la presión puede haber dulzura inesperada.
Y dos tuilles con forma de espina de pescado: una por su madre, otra por él. Porque cuando el camino fue duro, fueron ellos dos los que sostuvieron el esqueleto completo de una empresa con alma.

Un plato con estructura, con riesgo y con mensaje.

Porque Ricardo no es solo un director joven. Es una inspiración servida en capas.
Y este plato, como él, no pide permiso: llega para quedarse.

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