Huevos Pochados
¿Sabías que la frescura del huevo es clave para que un huevo pochado quede perfecto?
Los huevos frescos tienen claras más compactas, lo que permite que se envuelvan naturalmente alrededor de la yema al entrar en el agua caliente. Un huevo viejo se desparrama como alma que lleva el diablo… y termina pareciendo más una sopa que un manjar. Por eso, los grandes chefs siempre "huelen" la frescura antes de pochar.
Equipo necesario
Sifon y carga de Nitrogeno
Cuchara con agujeros
Olla
Bowl
Batidor o Tenedor
Cacerola
Cocina
Ingredientes de la Salsa Holandesa
3 Yemas de Huevo
150 gramos de Mantequilla Clarificada
5 gotas de Chile a tu eleccion
5 gotas de Limon
Sal y Pimienta al gusto
Método como lo cuenta mi mejor amiga
Te voy a decir algo, pero que quede entre nos. Mientras todo el mundo anda hablando de Ángela Aguilar y su “nuevo comienzo”, yo me puse a hacer salsa holandesa… que también tiene su dosis de escándalo si no la tratas bien.
Primero derretís mantequilla, sin que hierva ni se dore. Suave, como quien no quiere meterse en líos.
En un bowl ponés tres yemas, una cucharada de limón y otra de chile. Batís un poco y lo llevás al baño María.
Batís sin parar, porque si se enfría el ambiente… se corta, como más de alguna colaboración musical.
Cuando espese, le vas echando la mantequilla en hilo fino. Siempre batiendo, siempre firme.
Probás, y lo metes a un Sifon con su carga de Nitrogeno, ajustás y servís. Queda cremosa, elegante… y sin necesidad de comunicado oficial.
Un toque de paprika es opcional. A mí me gusta, porque le da ese toquecito ahumado y especial.
´´Un huevo pochado es el equilibrio entre el control absoluto y el dejar fluir. Como en la cocina, como en la vida."
— Dominique Crenn, chef francesa con tres estrellas Michelin
Ingredientes Huevos Pochados
2 huevos Frescos
4 tazas de Agua
4 cucharadas de Vinagre
Método de Mamá
Mijito Mijita, para hacer un buen huevo pochado no necesitas correr, necesitas paciencia… como para todo lo importante en la vida.
Pones agua a calentar, que apenas tiemble, no tiene que hervir. Le echas un chorrito de vinagre, eso ayuda a que el huevo no se desarme, como los abrazos cuando uno está por romperse.
Quebralo en una tacita, con cuidado, y cuando el agua esté lista, hacés un remolino y lo dejás caer en el centro. Sin apuro, sin miedo. Lo dejás tres minutos, sin tocarlo.
¿Ves cómo se forma? Así pasa cuando uno confía y deja que las cosas tomen su forma a su tiempo.
Después lo sacás, lo escurrís, y listo.
Suave por fuera, con el corazón blandito… como te crié.
Huevos Pochados: Historia líquida de una elegancia bien contenida
En la vasta sinfonía de la cocina, el huevo pochado es ese solo de violín que, sin levantar la voz, hipnotiza. Una clara suave que abraza a la yema líquida como si supiera que su momento de gloria llegará al primer corte: ese instante sagrado en que la yema estalla sobre una tostada, una ensalada tibia o un puré especiado.
Pero este gesto, tan instagrameado hoy, tiene siglos de historia. La técnica de escalfar —pocher, en francés— surge en los fogones europeos como una forma sutil de cocción sin grasa, reservada para los ingredientes nobles. Ya en la Edad Media, se cocinaban huevos en agua caliente con vinagre para conservar su forma. Pero fue la cocina francesa la que elevó el huevo pochado a símbolo de precisión.
En los siglos XVII y XVIII, con la explosión de la alta cocina, chefs como Carême y Escoffier lo convirtieron en parte esencial de su repertorio: simple, sí, pero exacto. Nada de burbujas, nada de hervores violentos. Solo agua, vinagre y tiempo justo. Así nació, también, uno de los platos más icónicos del brunch: los huevos Benedict.
Hoy, el huevo pochado sobrevive al tiempo. Aparece tanto en mesas de mantel largo como en desayunos de domingo frente a la ventana. Su magia sigue siendo la misma: una técnica clásica que nunca pasa de moda y que, cuando se ejecuta bien, es pura poesía comestible.